Chocolate y vainilla [LIBRE]

Aunque la temperatura no era muy agradable, al pasar por la tienda de helados se me antojó un de vainilla y chocolate, mi preferido. Saqué todas las moneditas que tenía en los bolsillos y conseguí juntar el dinero suficiente para poder comprarme un helado de cucurucho. Solo tenía dinero para una bola y tener que elegir entre chocolate y vainilla probablemente sería la decisión más difícil de mi vida.
Otra opción era ir a casa y pedirle dinero a mis padres pero seguramente me dirían que no, que no es temporada de helados y que cogería un catarro.
Me senté en la puerta de la heladería para pensar un plan.

Regresaba de mis clases de piano, aunque me aburrían bastante no me quedaba más opción que ir, papá me dijo que debía elegir entre clases de piano o ir a clases de ballet clásico, y yo antes preferiría morirme, aparte de que bailar era lo que peor hacía en el mundo, iban todas las chicas que se metían conmigo en el colegio, y no necesitaban más motivos para reirse de mí.

Una de las peores cosas de ser nueva en una ciudad era perderse, y eso acababa de pasarme a mí, aunque ya llevaba bastante tiempo en New Vermont me seguía perdiendo como si fuera el primer día. Caminé sin rumbo durante varios minutos con la esperanza de encontrar el barrio donde vivía, al final me resigné y fui a buscar alguna cabina telefónica en la que poder llamar a mamá para que me recogiera, ya que todavía no tenía un móvil.

Sin darme cuenta, me paré delante de la heladería, sonreí emocionada y me relamí los labios, hacía tiempo que no comía helados, y aunque ya estábamos en otoño para mí nunca era demasiado tarde para comprar uno. Saqué del bolsillo de mis vaqueros un billete de diez dólares que ''solo podía usar en caso de emergencias'' y fui correteando hacia la puerta, no miraba por donde iba así que no vi que un chico estaba sentado en la puerta, tropecé y caí dándome de bruces contra el suelo:

-¡Ay! No deberías quedarte ahí parado, no dejas entrar a la gente-le grité un poco enfadada mientras me llevaba una mano a la cabeza. Entonces me di cuenta de que yo tenía parte de culpa por no mirar- Oye perdona haberte gritado, es que me enfado con mucha facilidad.

No me di cuenta de que estaba estorbandole el paso a la gente hasta que una chica se tropezó y cayó al suelo.
La ayudé a levantarse esperando que no se hubiera hecho mucho daño.
-Estás bien? -Le pregunté tirando de su mano hacia arriba. - Ha sido culpa mia. Estaba pensando en que bola de helado comprar y no me he dado cuenta de que estaba en el medio.
Le sonreí amablemente y le tendí mi mano. No tenía muchos amigos de mi edad, por no decir ninguno y siempre estaba bien tener alguien que pudiese entender cosas que los mayores no entendían.
-Me llamo Thomas pero llamame Tommy

La verdad es que no me dolía tanto, una de mis habilidades de nieta de Ares era resistir al dolor más que otras personas, pero tenía que aparentar ser una chica normal, no podía permitir que los demás descubrieran lo que soy.

Sonrió y me tendió la mano para que pudiera levantarme, alcé una ceja algo extrañada, normalmente las personas de mi edad no eran muy simpáticas conmigo y mucho menos los chicos, que para dar un ejemplo, la semana pasada me habían encerrado en el lavabo antes de empezar las clases:

-No te preocupes, eso es algo normal, pero comer helados en pleno otoño... ¿No es un poco tarde?-dije bromeando un poco- Si no tienes suficiente dinero yo te puedo invitar-le ofrecí con una sonrisa-

Se presentó, su nombre era Tommy, asentí levemente, me alegraba de que por una vez pudiera tener amigos, me costaba mucho relacionarme con la gente, sobre todo después de todo lo que me había pasado:

-Pues encantada Tommy, yo me llamo Rachel, pero me llaman Rach o Rachie-dije presentándome. Di un par de pasos hacia el interior de la heladería- ¿Vamos?

Fruncí el ceño cuando comentó algo sobre comer helados en pleno otoño.
-¿Tarde? Si fuera por mi, comería helados a todas horas. Incluso en invierno. -comenté sonriente.

Todas las chicas que conocía eran pijas y me llamaban enano a todas horas. Se me hizo algo raro poder tener una conversación en la que no se metieran conmigo por mi corta edad, por mi estatura o incluso por mi alto coeficiente intelectual.
Las personas que me rodeaban a menudo no entendían lo que quería decir y por eso, esta vez, tenía que comportarme como un niño normal. O por lo menos intentar no hablar sobre cosas que un niño de 13 años no debería hablar.

-¿Invitarme? -La miré algo sorprendido ya que las chicas no invitan a los chicos, o eso decía mi hermana siempre. Todavía no conocía muy bien a esta chica, y por si tenía algún truco decidí rechazar su oferta y decidirme por un batido de chocolate que era más barato.

Después de decirle mi nombre, ella me dijo que se llamaba Rachel. Ese nombre siempre me hacía acordarme de una serie que daban hace muchisimos años en la televisión y que cada año reponían hasta que nos aprendiamos los capitulos de memoria.

La seguí a dentro de la heladería. - Un batido de chocolate con mucha nata por encima y... ¿Tú que quieres Rach? - Pregunté mientras me mantenía de puntillas sobre el mostrador. Creo que era el mostrador más alto que había visto.

-¡Muy bien! Así se habla-respondí soltando una carcajada- Yo si pudiera lo haría, pero nunca tengo dinero suficiente-comenté poniendo los ojos en blanco-

Entré junto a Tommy en la heladería, la verdad es que no había nadie en el establecimiento, salvo por el encargado que se encontraba leyendo una revista, no pude leer lo que ponía pero por las imágenes parecía de pesca, menudo rollo.

El heladero parecía muy interesado en su lectura y no se percató de que estábamos allí, tosí un par de veces para llamar su atención, al fin levantó la cabeza y nos lanzó una mirada asesina a la que respondí con una sonrisa sarcástica.

Me acerqué al mostrador y me puse de puntillas para poder ver qué tipo de helados tenían. Thomas pidió un batido de chocolate, no quería que le invitara, tal vez eso era normal, prácticamente era una desconocida:

-Yo quiero...-dije dejando la palabra en el aire para decidirme por alguno de los sabores- Un cucurucho de tres bolas, una de nata, una de chocolate y otra de fresa, y con sirope de caramelo -añadí en tono normal, como si estuviese diciendo ''no es nada, por las noches ceno helados de diez bolas-

El heladero empezó a preparar lo que habíamos pedido. La radio estaba puesta, presté un poco más de atención, el locutor le hacía una entrevista a un hombre, no dijeron su nombre, pero decía que los semidioses eran un peligro para el mundo y que debían ser eliminados por el bien de todos.

-Menudo imbécil...-murmuré apretando los puños-