Recuerdos por las calles de New Vermont {Libre}

Acabé de leer la ultima página de aquél reportaje que iba sobre... Adivinad. Sobre los semidioses ¿Una amenaza o son inofensivos? Cerré la revista medio enfurecida. Según al señor que entrevistaban, le debíamos parecer bichos de horrible aspecto con colmillos afilados y sed de sangre, ya que nos había puesto como una amenaza para la sociedad. Por el amor de dios, ¡Si hasta hacía unos años no se habían dado cuenta ni de que existíamos! ¿Peligro para la sociedad?

Me senté frente al piano y empecé a tocar una de mis canciones preferidas, La tienda estaba cerrada porque era domingo, pero a mi me gustaba a veces venir sola y tocar nuestro piano, o la bateria de Chris, aunque no lo hacía ni de lejos como él. La canción (Kiss the rain) fue llenando la tienda de sus hermosas notas, mientras yo me fui relajando lentamente. Mis dedos se deslizaban por el teclado, suavemente, sin movimientos bruscos. Sabían su dirección, sabían en que momento tocar y en que momento esperar. Mi pie le iba dando al pedal para alargar las notas hasta que la ultima nota sonó, y mis manos y mi pie derecho se relajaron. Observé el piano durante unos segundos, ya más tranquila, y después me cogí mi chaqueta del perchero, pensativa. Y salí a la calle, a pasear. Para los vecinos y para los demás era Lizmee Avery, la prima de los Avery, de la misma edad de Sally. Pero no era así...

Tenía 36 años. No 16, como los que aparentaba. 36. Hacía 20 años que aparentaba la misma edad, y las razones aún me estremecían. No quería recordarlo. Me miré los dos anillos que llevaba en la mano, medio sonriendo. Los dos me los había regalado Prom. Uno, el día que nos conocimos, el otro, el día que nació Chris, cuando me propuso matrimonio.

Sonreí levemente y me metí las manos en los bolsillos mientras observaba por donde iba.

20 años habían pasado... y el mundo se había vuelto loco de golpe... La niebla había desaparecido los dos camps (tanto el de semititanes y el de semidioses) habían quedado arruinados. Los humanos se habían dividido en los que apoyaban a los semidioses, los que estaban en contra de su existencia y... en los que ni les va ni les viene.

Tantas cosas habían pasado...

Domingo por la mañana, como de costumbre, cuando me desperté la casa estaba vacía, como de costumbre, no había nadie. Bajé a la cocina, todavía con la vieja camiseta que usaba para dormir y abrí la nevera para beber un sorbo de leche. No había leche. Genial, empezábamos el día con buen pie. Cerré la puerta de la nevera de golpe y de mala gana, ahora tendría que salir a comprar leche. Subí a mi habitación a vestirme para salir, así, ya de paso, se me pasaría más rápidamente la mañana. No me compliqué mucho, vaqueros, una camiseta en la que ponia "Look at me" y en la que salia una chica en medio, con gafas grandes y rojas, que hacían de las oes. Me calcé mis converse negras y volví a bajar las escaleras, esta vez para dirigirme a la salida, cogí las llaves, el ipod y el movil, que estaban en una mesita que había en la entrada, y salí por la puerta, cerrandola con llave.

Nada más salir, me dirigí a la primera cafetería que encontré, para pedirme un café para llevar. Por suerte, la chica que me lo sirvió no tardó demasiado, por lo que se me quitó un poco el mal humor que llevaba por el altercado de la leche. Con el café en una mano y los cascos puestos, me dirigí a ninguna parte, calle abajo, por lo general, los domingos no solía hacer mucho más, mi vida ahora mismo era demasiado monótona, incluso para entrenar un poco tenía que andarme con ojo, ¡y ni siquiera entendía por que! La gente se estaba volviendo paranoica con esto de los dioses y todo ese rollo, seguramente llevarían en el mundo el mismo tiempo que los humanos, o puede que incluso más, y ahora eran una amenaza... y eso, claramente, nos incluía a todos los descendientes de algún dios.

Iba bastante distraída, pensando en mi desastrosa familia y en si todo esto seguiría así durante mucho tiempo más cuando choqué con alguien, quien casi consigue dejarme sin café, aunque por suerte tenia buenos reflejos y conseguí salvarlo. Me saqué un casco, para poder oír si me respondía, ya que, como era de costumbre, mis prontos en situaciones similares no solian ser nada buenos. -Pero, ¿acaso no puedes mirar por donde vas? - pregunté, más bien enfadada, sin saber a quien le gritaba exactamente

Iba mirando mis zapatos mientras seguía pensando en los ultimos acontecimientos, estos ya más recientes. Como la llegada de Nick a la familia. Nicholas, un adolescente humano y lo que había supuesto para nosotros. Para Prom cambio de nombre, para mi cambio de edad y ya no era la madre, era la prima de los niños, por tanto, nada de besos ni caricias en publico ni cuando Nick estaba cerca.

Sonreí, traviesa, cuando me choqué con alguien. Tardé un poco en reaccionar. Observé a la chica y alcé una ceja. Sabía quien era, y, por lo que veía, había sacado el mismo genio que su madre. Sonreí-Perdoneme doña Fabray Hailstone- ironicé. Observé, algo preocupada que no se hubiera hecho nada, y cuando me aseguré la volví a mirar.-Te pareces mucho a tu madre de joven- Le sonreí, aunque sabía que recibiría una mala respuesta garantizada. Cosa de los Hailstone.

Entonces otra chica se chocó con la hija de Kiara. ¿Quién era? Me sonaba muchísimo... ¿Quién?

-El tiempo nos despista y nos hace no mirar por donde vamos, ¿Verdad?- Le guiñé un ojo a la chica que acababa de llegar,

Alcé la mirada al escuchar mis apellidos, poca gente me conocía, ya que en el instituto no me relacionaba demasiado con los estudiantes, es más, ni si quiera pensaba que mereciese la pena relacionarse con semejantes elementos, antes prefería hablar con zombies que con ese tipo de mortales. Al mirar a la chica que, había vuelto a hablar, comparandome con mi madre, no pude evitar fruncir el ceño. - Ya le habría gustado a mi madre ser como yo de joven. - dije de mala gana, antes de alzar el café para darle el primer sorbo. Entonces, justo cuando iba a beber, otra persona chocó conmigo y, esta vez, el café salió disparado hacia delante. - ¿Que pasa? ¿Acaso soy un iman o algo? - dije girandome para ver quien me había derramado el café.

La conocía, no sabía exactamente de qué, pero ya habíamos coincidido en alguna otra ocasión, ¿como era su nombre? ¿Eila, Eilees, Eilon? Bueno, me daba lo mismo, se llamase como se llamase, me debía un café, si ya por lo general mi mal humor se veia de lejos, sin un buen vaso de leche o de café, estaba más irritable de lo normal. -Tú, Eil.. como te llames, me debes un café. -dije, lanzando al suelo el vaso vacio de café. Se lo dije bastante seria, por lo general no bromeaba, como mucho era sarcástica, pero a estas horas de la mañana, ni siquiera era capaz de eso. Juraría que el café calló sobre Lizmee, a la que tampoco conocía demasiado, pero con la que había coincidido en alguna ocasión, además de haber oido hablar sobre ella a mi madre.

Solo observé el carácter de Diana durante un rato, y como la otra chica, Eileen, se disculpaba y la corregía cuando le decía su nombre. Esquivé el café cuando cayó al suelo, y unas cuantas gotas fueron a mojar mi pantalón, pero pareció que se lo pensaba mejor y se desviaron. Sonreí y seguí mirando a Eileen, hasta que la reconocí. Bueno, a ella no, pero recordé la cara de su padre y de su madre, y supe que era su hija. Me revolví algo incómoda. Le había llegado a llamar primo guay a su padre, había ido a fiestas con él, pero él nos había traicionado el mismo día que yo había sido torturada por una águila, así que tenía buenos y malos recuerdos de él. De su madre, solo la conocía de su boda... la boda que había acabado secuestrada.

Desvié la vista incómoda por la situación.-No, lo siento, pensaba que te conocía de alguna cosa pero no lo recuerdo-Mentí. No sabía de que parte estaría su hija y si serían capaces de llamar al gobierno a buscarnos si supieran que estábamos aquí...-Perdón si te incomodé- Sonreí, como si nada pasara. Volví a mirar a la hija de Kiara-Si quieres podemos ir a una cafetería que hay cerca y te compro el café, si te molestó tanto

OFF: